Que el inconsciente está estructurado como un lenguaje es una de las ideas de Lacan más difundidas. Ahora bien, ¿qué quiere decir esto?
Desde el comienzo de su enseñanza —que, cabe siempre recordar, es un retorno a Freud—, Lacan nos planteó la necesidad de dar lugar a la palabra en la experiencia analítica.
Esto implicó para él —y aún implica para nosotros— tomar distancia del postfreudismo, que consideraba el inconsciente como la sede de los instintos o un continente cuyos contenidos podrían extraerse.
Lacan es terminante: “es la estructura del lenguaje lo que la experiencia analítica descubre en el inconsciente”, y va a ubicar la “instancia de la letra”, es decir, lo que atañe al analista en su trabajo, a mitad de camino entre lo escrito y el habla.
La instancia de la letra se da en el marco de la ley. La ley remite al lenguaje, al orden simbólico.
También lettre (‘letra’, pero también ‘carta’ en francés) implica una referencia a la carta 52 de Freud a Fliess, donde el inconsciente es presentado como un sistema de inscripciones sucesivas. Allí Freud habla de la sucesión de inscripciones que llama huellas mnémicas. Lacan toma que si hay huellas mnémicas, es porque hay lettre.
En este sentido, la letra es el soporte material que permite la huella. La huella es efecto de la letra.
El texto nos plantea que, en cuanto discurso efectivamente pronunciado, en la letra tenemos que tomar en cuenta que el sujeto está implicado.
Para ello, se trabajarán nociones como las de significante y significado, la primacía de lo simbólico, el cuestionamiento del inconsciente como sede de los instintos y del inconsciente como contenido.
Recorramos juntos el texto.
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